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"el bolo de la paciencia"
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martes, 29 de diciembre de 2009

Sobre la identidad democrática

En EL PAÍS de hoy, publica Fernando Savater un interesante artículo con este título.
Sobre la identidad democrática
"No son los minaretes ni los campanarios los que amenazan las libertades públicas, sino aquellos feligreses o dignatarios religiosos que ponen su pertenencia a una fe por encima de sus obligaciones con el sistema democrático que las permite convivir a todas sin desgarramientos ni indebidos privilegios. Frente a la cultura de la pertenencia -acrítica, blindada, basada en el sacrosanto "nosotros somos así"- está la cultura de la participación, cuyas adhesiones son siempre revisables y buscan la integración de lo diferente en lugar de limitarse a celebrar la unanimidad de lo mismo. A esta última, que respeta el ser de cada cual pero lo subordina en asuntos necesarios al estar juntos con quienes son de otro modo, es precisamente a lo que se llama laicismo."
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sábado, 26 de diciembre de 2009

¿'Caritas in veritate' o 'Veritas in caritate'?

Hilari Raguer, monje de Montserrat e historiador especializado en la Iglesia durante la Guerra Civil española, publica hoy en EL PAÍS:

"Alguien dijo que cuando los Papas perdieron los Estados de la Iglesia, inventaron las encíclicas. La Caritas in veritate de Benedicto XVI es una apología de la llamada "doctrina social" de la Iglesia. En los debates del Vaticano II se eliminó esta expresión del decreto Christus Dominus sobre los obispos, y en el número 76 de la constitución Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo se la reemplazó por "doctrina sobre la sociedad" (doctrina de societate). Así rezaba el texto definitivamente votado el 6 de diciembre de 1965, promulgado por Pablo VI y publicado en Acta Apostolicae Sedis."

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jueves, 24 de diciembre de 2009

domingo, 13 de diciembre de 2009

Rouco y Martínez Camino



Con el título de "Añorando la inquisición" he publicado un artículo en mi blog "el bolo de la paciencia".

Con el pretexto “oficial” de presentar la “Declaración ante la crisis moral y económica” aprobada en la última Asamblea plenaria del episcopado español, el obispo y jesuita Juan Antonio Martínez Camino, mano derecha y portavoz del cardenal Rouco, nos ha obsequiado con algunas perlas que, si no fuera por lo que en el fondo significan, servirían de inspiración a humoristas y chistosos durante muchos días.
Monseñor Martínez Camino, sin la menor alteración de ese “rostro feliz del que acaba de comerse un codillo” (Manuel Vicent en EL PAÍS. 13-12-2009) y que cada vez me recuerda más a Tomás de Torquemada, se ha despachado con la siguiente reflexión: el aborto no sólo es un “pecado grave” sino que debería ser considerado un “delito” que lesiona la moral y “el mandamiento de no matarás”. Y a continuación se pregunta: “¿Puede alguna legislación civilizada considerar que quitar la vida a un ser humano inocente no es un delito?”
¿Qué pasa Monseñor? ¿Añoramos épocas pasadas?

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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Adiós Munilla, adiós

Desde mediados de junio he tenido mi blog abandonado y mudo.
A un fin de curso ajetreado, ¡al fin he dejado la Jefatura de Estudios!, y un verano con una primera parte extraordinaria, las vacaciones por el Canal del Midi, y un final para olvidar, el fallecimiento de mi suegro, se ha unido un otoño dedicado íntegramente al Canal de Castilla, de tal manera que “ni tiempo he tenido” de ocuparme de mis blogs.

Pero todo pasa y aquí estoy de nuevo, y a tiempo de participar en la “despedida” del obispo de Palencia José Ignacio Munilla, que acaba de ser nombrado por el papa Benedicto XVI, obispo de San Sebastián.
Anda la “parroquia” un poco alborotada con este nombramiento, que algunos califican de “extraño”, otros de “contrario a los deseos de los cristianos de la diócesis guipuzcoana” y los más de “triunfo del sector más reaccionario de la jerarquía católica española encabezada por Monseñor Rouco Varela”.
Pero ¿QUÉ ESPERABAN? ¿Un obispo “progre”? ¿Acaso existen? Hay un dicho que circula mucho entre los curas que creo conveniente traer a colación: “nada se parece más a un obispo, que otro obispo”.

Pero hagamos un poco de historia. Fue San Pablo en su Primera Epístola a Timoteo el que estableció por primera vez las cualidades que debiera reunir el “epíscopo”:
“Si alguno aspira al cargo de epíscopo, desea una obra hermosa. Es pues, necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios? Que no sea neófito, no sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del diablo. Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga en descrédito y en la redes del diablo.” (1 Tm 3 1-7)(Nueva Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée De Brouwer. Bilbao 1999)

Hasta aquí podríamos conceder al obispo Munilla que, salvo en lo referente a “casado una sola vez” y “mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad”, cumple el resto de las condiciones establecidas por San Pablo. (Al menos, que nosotros sepamos). También se podría poner en duda, el menos en algunos sectores de la iglesia del País Vasco, aquello de “que tenga buena fama entre los de fuera” .

En los orígenes de la iglesia católica, cada obispo era elegido por el clero y los fieles de la diócesis por aclamación, se supone que teniendo en cuenta estas recomendaciones de San Pablo. Las dificultades derivadas de este procedimiento electivo pronto llevaron a abusos, lo que hizo que pasaran a ser elegidos solo por el clero. Progresivamente fue centralizándose el nombramiento, para terminar esta responsabilidad electiva en los presbíteros del cabildo catedralicio.

En la actualidad son nombrados de manera directa por el Papa. El modo que sigue la Iglesia católica es el siguiente: El Nuncio Apostólico de cada país reúne información en cada provincia eclesiástica del país sobre los candidatos al Episcopado, enviándola a la Santa Sede. Una vez estudiado cada caso, se procede a la elección. El Nuncio consulta al sacerdote si acepta su elección como Obispo. Una vez que el presbítero ratifica su deseo, se emite la Bula y se hace público el nombramiento episcopal.
Para este nombramiento, se supone que el Papa tiene en cuenta lo que el Código de Derecho Canónico de 1983, en su canon 378, establece para la idoneidad de los candidatos al episcopado. En el citado precepto se requiere que el elegido sea:
“Insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata. De buena fama. De al menos treinta y cinco años. Ordenado presbítero al menos cinco años antes. Doctor, o al menos licenciado, en Sagrada Escritura, Teología o Derecho Canónico por un instituto de estudios superiores aprobado por la Sede Apostólica, o al menos verdaderamente experto en esas disciplinas.”

Como podemos apreciar, las “condiciones” actuales para ser obispo, están adaptadas a lo que hoy es la iglesia católica y, por supuesto, monseñor Munilla las cumple con “creces”.

Ahora bien, José Ignacio Munilla, ya era obispo desde el 10 de septiembre de 2006, y lo que ahora se ha hecho es “promocionarlo” a una diócesis más importante, y además, la suya de origen.
A la vista del procedimiento antes explicado, ¿qué se podía esperar de una Conferencia Episcopal presidida por monseñor Rouco? Que propusiera a “uno de los suyos”, que le garantice la consolidación de la línea más dura y conservadora de las que conviven en la iglesia católica. El nuevo obispo de San Sebastián es un colaborador principal de Radio María España, en la que tiene un programa diario de explicación del catecismo, además de ser colaborador habitual del diario ABC, al que por cierto podría haber dado alguna lección sobre la caridad y la prudencia cristianas antes de que publicaran la escandalosa primera página con la foto del padre de Aitana y bajo el titular de “La mirada del asesino de una niña de tres años”.

Con el tiempo, del paso de José Ignacio Munilla por la diócesis de Palencia solamente quedará para la historia que fue el obispo que cerró el seminario y mandó a los escasos estudiantes del mismo a la facultad de teología de San Dámaso de Madrid, cuna de lo más granado del conservadurismo católico español y la niña bonita del Cardenal Rouco Varela, que ahora le corresponde. “Do ut des”, dar para recibir.

Si en algún momento de los primeros tiempos del cristianismo, la iglesia tuvo atisbos de funcionamiento democrático, se han olvidado hace mucho y hoy en día es uno de los mejores ejemplos de jerarquización.

Lo siento por lo ingenuos que esperaban otra cosa.