Nos hemos trasladado

Los contenidos de este blog ahora se publican en
"el bolo de la paciencia"
http://jrlagunilla.blogspot.com/

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Adiós Munilla, adiós

Desde mediados de junio he tenido mi blog abandonado y mudo.
A un fin de curso ajetreado, ¡al fin he dejado la Jefatura de Estudios!, y un verano con una primera parte extraordinaria, las vacaciones por el Canal del Midi, y un final para olvidar, el fallecimiento de mi suegro, se ha unido un otoño dedicado íntegramente al Canal de Castilla, de tal manera que “ni tiempo he tenido” de ocuparme de mis blogs.

Pero todo pasa y aquí estoy de nuevo, y a tiempo de participar en la “despedida” del obispo de Palencia José Ignacio Munilla, que acaba de ser nombrado por el papa Benedicto XVI, obispo de San Sebastián.
Anda la “parroquia” un poco alborotada con este nombramiento, que algunos califican de “extraño”, otros de “contrario a los deseos de los cristianos de la diócesis guipuzcoana” y los más de “triunfo del sector más reaccionario de la jerarquía católica española encabezada por Monseñor Rouco Varela”.
Pero ¿QUÉ ESPERABAN? ¿Un obispo “progre”? ¿Acaso existen? Hay un dicho que circula mucho entre los curas que creo conveniente traer a colación: “nada se parece más a un obispo, que otro obispo”.

Pero hagamos un poco de historia. Fue San Pablo en su Primera Epístola a Timoteo el que estableció por primera vez las cualidades que debiera reunir el “epíscopo”:
“Si alguno aspira al cargo de epíscopo, desea una obra hermosa. Es pues, necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios? Que no sea neófito, no sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del diablo. Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga en descrédito y en la redes del diablo.” (1 Tm 3 1-7)(Nueva Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée De Brouwer. Bilbao 1999)

Hasta aquí podríamos conceder al obispo Munilla que, salvo en lo referente a “casado una sola vez” y “mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad”, cumple el resto de las condiciones establecidas por San Pablo. (Al menos, que nosotros sepamos). También se podría poner en duda, el menos en algunos sectores de la iglesia del País Vasco, aquello de “que tenga buena fama entre los de fuera” .

En los orígenes de la iglesia católica, cada obispo era elegido por el clero y los fieles de la diócesis por aclamación, se supone que teniendo en cuenta estas recomendaciones de San Pablo. Las dificultades derivadas de este procedimiento electivo pronto llevaron a abusos, lo que hizo que pasaran a ser elegidos solo por el clero. Progresivamente fue centralizándose el nombramiento, para terminar esta responsabilidad electiva en los presbíteros del cabildo catedralicio.

En la actualidad son nombrados de manera directa por el Papa. El modo que sigue la Iglesia católica es el siguiente: El Nuncio Apostólico de cada país reúne información en cada provincia eclesiástica del país sobre los candidatos al Episcopado, enviándola a la Santa Sede. Una vez estudiado cada caso, se procede a la elección. El Nuncio consulta al sacerdote si acepta su elección como Obispo. Una vez que el presbítero ratifica su deseo, se emite la Bula y se hace público el nombramiento episcopal.
Para este nombramiento, se supone que el Papa tiene en cuenta lo que el Código de Derecho Canónico de 1983, en su canon 378, establece para la idoneidad de los candidatos al episcopado. En el citado precepto se requiere que el elegido sea:
“Insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata. De buena fama. De al menos treinta y cinco años. Ordenado presbítero al menos cinco años antes. Doctor, o al menos licenciado, en Sagrada Escritura, Teología o Derecho Canónico por un instituto de estudios superiores aprobado por la Sede Apostólica, o al menos verdaderamente experto en esas disciplinas.”

Como podemos apreciar, las “condiciones” actuales para ser obispo, están adaptadas a lo que hoy es la iglesia católica y, por supuesto, monseñor Munilla las cumple con “creces”.

Ahora bien, José Ignacio Munilla, ya era obispo desde el 10 de septiembre de 2006, y lo que ahora se ha hecho es “promocionarlo” a una diócesis más importante, y además, la suya de origen.
A la vista del procedimiento antes explicado, ¿qué se podía esperar de una Conferencia Episcopal presidida por monseñor Rouco? Que propusiera a “uno de los suyos”, que le garantice la consolidación de la línea más dura y conservadora de las que conviven en la iglesia católica. El nuevo obispo de San Sebastián es un colaborador principal de Radio María España, en la que tiene un programa diario de explicación del catecismo, además de ser colaborador habitual del diario ABC, al que por cierto podría haber dado alguna lección sobre la caridad y la prudencia cristianas antes de que publicaran la escandalosa primera página con la foto del padre de Aitana y bajo el titular de “La mirada del asesino de una niña de tres años”.

Con el tiempo, del paso de José Ignacio Munilla por la diócesis de Palencia solamente quedará para la historia que fue el obispo que cerró el seminario y mandó a los escasos estudiantes del mismo a la facultad de teología de San Dámaso de Madrid, cuna de lo más granado del conservadurismo católico español y la niña bonita del Cardenal Rouco Varela, que ahora le corresponde. “Do ut des”, dar para recibir.

Si en algún momento de los primeros tiempos del cristianismo, la iglesia tuvo atisbos de funcionamiento democrático, se han olvidado hace mucho y hoy en día es uno de los mejores ejemplos de jerarquización.

Lo siento por lo ingenuos que esperaban otra cosa.

No hay comentarios: