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lunes, 8 de diciembre de 2008

En defensa de la escuela pública

En estos tiempos que corren de cambios y adaptaciones a un nuevo diseño de los planes educativos en el tramo de la educación obligatoria, agravados por el recorte en la cuantía de los recursos que el gobierno destina a la enseñanza, es frecuente oír, en boca de algunas personas, expresiones como “yo llevo a mis hijos a la privada porque los educan mejor”.

Ante este tipo de expresiones, lo primero que habría que preguntarse es qué entienden, los que así se manifiestan, por “educar”. ¿Acaso que trasmitan a sus hijos muchos y muy variados conocimientos?, ¿que proporcionen a sus hijos una buena “educación cristiana”?, ¿que sus hijos no compartan el mismo aula con niños y niñas procedentes de grupos socialmente conflictivos o marginales?.

Si ese es su concepto de “educar”, de acuerdo, que sigan opinando y actuando así. Otros muchos, entre los que me encuentro, pensamos que educar es algo más.

Educar es, entre otras cosas y principalmente, formar futuros ciudadanos y ciudadanas demócratas, críticos, solidarios, respetuosos con las ideas y creencias de los demás. Jóvenes que no caigan en fundamentalismos de ningún tipo (religioso o político). Jóvenes que comprendan, porque lo han conocido directamente, que, por desgracia, no todos tienen la suerte de nacer en una familia sin problemas económicos, sociales o culturales; que a pesar del gran avance social que se ha producido en los últimos años en nuestro país, aún existen diferencias sociales.

Educar es, en resumen, formar hombres y mujeres que, desde el conocimiento y el respeto a las diferencias de todo tipo, sepan construir una sociedad más justa y solidaria que la que nosotros les dejamos.

Y esos valores solamente se consiguen desde una “Escuela” en la que no existan criterios restrictivos y selectivos en la admisión de los alumnos; una escuela a la que, al estar sostenida con fondos públicos, puedan acudir, sin ninguna limitación, todos los que lo soliciten; una escuela en la que de verdad sean los padres y los alumnos los que ejerciten el derecho a la libre elección de centro, y no como desgraciadamente ocurre ahora en algunos casos, que es el centro el que elige a sus alumnos. Una escuela que, en el periodo de la educación obligatoria, sea igual para todos, sin diferencias por razón de clase social, raza, religión o lugar de residencia.

Estos supuestos se producen en la “escuela pública”, y me parece absolutamente injusto, insolidario y regresivo que el Ministerio de Educación y Cultura, obligado constitucionalmente a velar por el bienestar de la mayoría de los españoles, esté empeñado en desviar fondos que deberían estar destinados a mejorar y potenciar ese tipo de escuela, hacia ese otro tipo de centros en los que, a pesar de estar sostenidos también con el “dinero de todos”, se practican las formas y maneras antes descritas.

Los países más modernos y que más prosperan son aquellos que mayores recursos dedican a aplicar un sistema educativo que suponga una educación de calidad para el mayor número de ciudadanos posibles.

Los cimientos de nuestra futura sociedad se están poniendo ahora. Y en esos cimientos tiene una importancia esencial el cómo eduquemos a nuestros hijos. Por eso todos los que crean que la educación en la libertad, la tolerancia y la solidaridad es la base de una sociedad mejor, deben exigir a los poderes públicos que no escatimen recursos para la mejora y extensión de la “escuela pública”.
Artículo publicado en El Diario Palentino el 12 de diciembre de 1996

1 comentario:

Anónimo dijo...

No tuve oprotunidad de leerlo en el Palentino pero lo he leido ahora. Sigue siendo válido lo que dices.